martes, 2 de diciembre de 2014

El bocado de Néstor. La interpretación del mito

Gaugamela, Issos, Gránico, Queronea y hasta la mítica Troya. Ecos de épocas pretéritas en las que héroes y reyes, generales y soldados escribían su destino y el de las generaciones venideras con sangre y acero,  forjando leyendas que han pasado de generación en generación como ejemplos de valor, tenacidad y valentía.

Tal es el poder de seducción de la historia y mitología griega, una civilización que combinó mito y ciencia y que formó el mapa de la moderna Europa, sentando las bases de la cultura occidental tal y como la conocemos. Y todos estos héroes helenos bien pudieron comer un almuerzo muy particular, el llamado Bocado de Néstor.




Néstor  era el hijo de Neleo Cloris, rey de Pilos y padre de otros notables héroes del panteón griego, como Perseo (no el hijo de Zeus), Pisístrato Antíloco, compañeros de Odiseo y soldados en la mítica guerra de Troya. Muy mayor para combatir fue uno de los consejeros del rey micénico Agamenón y su opinión era muy respetada entre los héroes de la más famosa de las guerras de la mitología griega. 

Su "bocado", una mezcla de harina, huevos crudos, queso, vino y miel aparece retratado como el plato preferido de otro notable, Alejandro Magno, gran admirador de las obras de Homero, hasta el punto de que cuentan que dormía con una copia de la Iliada bajo la almohada, por lo cual no es descabellado que prefiriera este tipo de platos, que evocaban la épica de tiempos pasados, al tiempo que estaban compuestos por unos ingredientes típicamente helenos, frente a la más elaborada comida oriental. 

Desde hacía mucho tiempo quería dedicarle tiempo a este plato, que, y creo que Google lo atestigua, no se ha visto reflejado en la moderna gastronomía griega, ni en ninguna otra, por lo que, siguiendo el esquema de los ingredientes básicos decidí realizar mi visión personal de lo que sería este Bocado de Néstor, adaptado eso sí, al siglo XXI. 

Ingredientes (para dos personas): 

Queso Feta
Aceite de oliva virgen
Cebollino
Romero seco
Tomillo seco
Orégano seco
Harina de trigo
1 Huevo
Azúcar
Sésamo
Sal
Vino Pedro Ximénez
Vino tinto
Miel
2 tomates tipo cherry
Aceitunas negras

Antes de que surgiera la idea final, el reto consistía en distanciarme lo más posible de la mezcla original, que muy probablemente serían unas gachas rudimentarias partiendo de harina, huevos crudos, vino y miel como ingredientes. Esto se convertiría en una masa de sabor más que discutible. Más cercana al caldo negro espartano que a una comida moderna. Otro de los aspectos es que, si introducía nuevos ingredientes debían estar muy arraigados en la gastronomía griega. 

Quería además que fuera un plato de tamaño relativamente pequeño, con tres bloques diferenciados, entre el cuerpo principal, compuesto de una masa y el queso, la miel y el vino en un segundo puesto y un pequeño añadido en forma de salado que encontré en los tomates y aceitunas negras, típicos de las ensaladas griegas.

Los huevos y la harina me sirvieron para realizar una masa, añadiendo un poco de aceite de oliva, sal y azúcar bastante parecida a la usada para hacer tequeños. Esta era la base para empezar con el plato. Una vez amasada le di forma rectangular y la conservé en el frigorífico en un plato enharinado. 
























Corté el queso Feta en dos mitades y dejé escurrir el suero. Una vez seco lo especié con el tomillo, romero y el orégano y terminé rociando con el aceite de oliva. Con el horno precalentado a 190º lo envolví en papel de aluminio y lo dejé haciéndose al papillote 15 minutos.

Mientras se hacía el queso reduje a fuego medio una mezcla de vino tinto y Pedro Ximénez hasta obtener un jarabe. La idea era no apartarme de la visión original del plato, y ya que en aquella época los vinos debían ser bastante fuertes opté por no reducir sólo un vino generoso como el PX sino rebajar ese sabor dulce con el más fuerte de un tinto, en este caso un Bierzo. El resultado final fue de una reducción de sabor poderoso, pero con un sutil dulzón final.

Una vez que el queso estaba cocinado medí, con la ayuda de un molde, el tamaño de la masa que había dejado preparada con anterioridad y corté el exceso de queso. Mantuve los dos trozos que iba a usar para los platos en el interior del horno, ya apagado, para mantener la temperatura. Este tipo de queso resulta mucho más agradable al paladar en caliente al estar más cremoso.

Por otra parte, corté por la mitad y ahuequé el interior de los tomates cherry y los rellené con el queso sobrante. Con aceite de oliva y las aceitunas negras preparé una suerte de paté y emplaté los tomates y éste con un par de tallos de cebollino. 

Sólo quedaba freir en abundante aceite la masa hasta que adquirió un tono tostado y colocar ésta como base, encima el queso Feta horneado y encima de éste un chorro de miel, cebollino y sésamo. Ya tenía en el plato la harina, los huevos, el queso y la miel, así que, con dos gotas de la reducción de vino completé el resto de ingredientes del plato original y terminé el mío.

Espero que os haya gustado, y... ¡Echadle fogones!

4 comentarios:

  1. Un gran aporte y muy buena pinta, ¿sabes cual es la fuente exacta o en que punto de la Ilíada se menciona la existencia de este plato?

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    1. en la iliada no pero en un libro de valerio maximo manfredi si, si mal no recuerdo El conjuro de las reinas, o no se si en los de Odiseo, hace años los lei

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    2. En alexandros 1 se nombra, inició de capítulo 14 pag 91, primer parrafo

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