Las alcachofas, del árabe al-kharshûf, reducen el nivel de colesterol en sangre, elimina toxinas, evitan la retención de líquidos, rebajan el azúcar y, lo mejor, son realmente sabrosas. Durante el bajo imperio romano su comercio se extendió por las provincias romanas de África, ya que eran muy apreciadas por sus supuestas propiedades afrodisíacas, puesto que toman el nombre (científico) de una muchacha seducida por Zeus, Cynara, que fue llevada por éste al Monte Olimpo para convertirla en su concubina.
Al poco, la bella doncella echó de menos a su familia y amigos y el padre del panteón heleno, como castigo, transformó a su amante en una planta, la alcachofera, un gesto repetido a lo largo de toda la mitología clásica, sobre todo por Zeus, muy amigo de infligir con esta clase de transmutaciones a las pobres víctimas de sus escarceos terrenales.
Al poco, la bella doncella echó de menos a su familia y amigos y el padre del panteón heleno, como castigo, transformó a su amante en una planta, la alcachofera, un gesto repetido a lo largo de toda la mitología clásica, sobre todo por Zeus, muy amigo de infligir con esta clase de transmutaciones a las pobres víctimas de sus escarceos terrenales.
Tras esta pequeña introducción historiográfica de la alcachofa centrémonos en sus propiedades culinarias. Existen muchas formas de prepararlas, pero lo cierto es que su textura y sabor muy suaves al paladar la convierten en la candidata ideal a la hora de confitarla. En esta ocasión usaremos un relleno parecido al de la receta de los Saquitos de queso.
Aunque es un plato apto para comer todo el año su temporada es la primavera, por lo que recomiendo comprarlas en esa estación. A la hora de elegirlas sed conscientes de que se trata de una verdura con mucho, muchísimo desperdicio, así que hay que elegir las más grandes y las que tengan las hojas más duras y pegadas al cuerpo principal. Para su conservación hay que tener en cuenta que no pueden permanecer mucho tiempo fuera del frigorífico y que se oxidan con extrema rapidez, por lo que es obligado tener un recipiente con agua y zumo de limón cerca.
Ingredientes (para dos personas)
4 Alcachofas
200 gr de Queso Crema
Albahaca
Cebollino
Tomillo
Perejil
1/2 Litro de Aceite de Oliva (aprox.)
Queso de oveja curado
Romero fresco
Sal
100 ml de Pedro Ximénez
Azúcar
Vinagre de Módena
Jamón de pato
Para este plato aconsejo hacer cuanto antes las alcachofas porque, mientras están confitándose, podemos acabar el resto del plato. Para pelar las alcachofas lo mejor es separar con las manos las hojas exteriores hasta llegar al corazón, pelar y cortar el rabo directamente. Una vez obtenido el corazón y el rabo hay que introducirlas inmediatamente en el aceite, así no se oxidan. Las dejamos confitando junto con unas hojas de romero fresco. Si no encontráis romero puede servir clavo (con precaución, ya que es bastante potente) o tomillo o cualquier otra especia que aporte ese toque que busquéis. Cuando estén listas, en unos 45 minutos, más o menos, retirar la cazuela del fuego.
Para el relleno mezclar el queso crema con el cebollino cortado muy fino y añadir las especias. A este relleno le añadiremos los rabos de las alcachofas ya confitado y que machacaremos con un tenedor.
Toca el turno a la reducción. Se trata de una variedad usada hasta la saciedad gracias a lo versátil de la misma. Simplemente hay que echar a una cazuela alta los 100 ml de Pedro Ximénez, el azúcar y el vinagre de Módena que queramos, calentar a fuego medio y dejar reducir. Aquí entra el gusto personal para añadir más o menos azúcar, vinagre o sal y elegir la textura, recordando siempre que cuando tibie aumentará su densidad.
Una vez preparado todo procedemos a emplatar. Primero escurrimos las alcachofas en papel absorbente, con la ayuda de una cuchara pequeña ahuecamos el interior y rellenamos, en primer lugar con el rabo que antes comentamos y acabamos con el queso espolvoreando un poco de especias y coronando con el jamón de pato.
A su lado colocamos unos trozos de queso curado al que vertimos un chorrito de aceite de oliva y colocamos el tomillo fresco que habíamos añadido al confitado. Salseamos -yo lo hice en tres gotas- y tenemos listo el plato.
Como veis se trata de una receta muy sencilla, y bastante sabrosa por la mezcla de sabores. Con respecto al aceite, ni se os ocurra tirarlo. Tenéis ante vosotros un aceite especiado y con un sabor a verdura que os servirá para freir o aderezar cualquier otro plato, especialmente platos de caza, conejo o verdura.
Espero que os haya gustado, y... ¡Echadle fogones!.
Ingredientes (para dos personas)
4 Alcachofas
200 gr de Queso Crema
Albahaca
Cebollino
Tomillo
Perejil
1/2 Litro de Aceite de Oliva (aprox.)
Queso de oveja curado
Romero fresco
Sal
100 ml de Pedro Ximénez
Azúcar
Vinagre de Módena
Jamón de pato
Para este plato aconsejo hacer cuanto antes las alcachofas porque, mientras están confitándose, podemos acabar el resto del plato. Para pelar las alcachofas lo mejor es separar con las manos las hojas exteriores hasta llegar al corazón, pelar y cortar el rabo directamente. Una vez obtenido el corazón y el rabo hay que introducirlas inmediatamente en el aceite, así no se oxidan. Las dejamos confitando junto con unas hojas de romero fresco. Si no encontráis romero puede servir clavo (con precaución, ya que es bastante potente) o tomillo o cualquier otra especia que aporte ese toque que busquéis. Cuando estén listas, en unos 45 minutos, más o menos, retirar la cazuela del fuego.
Para el relleno mezclar el queso crema con el cebollino cortado muy fino y añadir las especias. A este relleno le añadiremos los rabos de las alcachofas ya confitado y que machacaremos con un tenedor.
Toca el turno a la reducción. Se trata de una variedad usada hasta la saciedad gracias a lo versátil de la misma. Simplemente hay que echar a una cazuela alta los 100 ml de Pedro Ximénez, el azúcar y el vinagre de Módena que queramos, calentar a fuego medio y dejar reducir. Aquí entra el gusto personal para añadir más o menos azúcar, vinagre o sal y elegir la textura, recordando siempre que cuando tibie aumentará su densidad.
Una vez preparado todo procedemos a emplatar. Primero escurrimos las alcachofas en papel absorbente, con la ayuda de una cuchara pequeña ahuecamos el interior y rellenamos, en primer lugar con el rabo que antes comentamos y acabamos con el queso espolvoreando un poco de especias y coronando con el jamón de pato.
A su lado colocamos unos trozos de queso curado al que vertimos un chorrito de aceite de oliva y colocamos el tomillo fresco que habíamos añadido al confitado. Salseamos -yo lo hice en tres gotas- y tenemos listo el plato.
Como veis se trata de una receta muy sencilla, y bastante sabrosa por la mezcla de sabores. Con respecto al aceite, ni se os ocurra tirarlo. Tenéis ante vosotros un aceite especiado y con un sabor a verdura que os servirá para freir o aderezar cualquier otro plato, especialmente platos de caza, conejo o verdura.
Espero que os haya gustado, y... ¡Echadle fogones!.
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